miércoles, 16 de noviembre de 2011

La filosofía como ensayo

Ensayo sobre el pensamiento Filosófico1

N. de E.: Ensayo sobre, implica una previa separación que inicia un intento de captura en este abordaje. Montarse en el pensamiento, montar el pensamiento, eso nos seduce pero planteado así nos sujeta al problema del origen, de la separación sujeto-objeto y al pensamiento Filosófico como idea esencial y unitaria. Ensayo como objeto. La acción objetivada, por lo tanto, también pasible de esencialización.
Ensayo sobre el quehacer filosófico
N. de E.: Esto nos atribuye mayor actividad, nos habilita a enseñorearnos en una capacidad, la de hacer filosofía, tarea creativa aunque implique un desvelamiento de la verdad. Pero desde cada quehacer se pretende lograr el ensayo, otra vez como objeto acabado o al menos como objeto legítimo. Aunque dudemos de la verdad, ejem, la pretendemos.
Ensayo con pretensiones de hacer filosofía
N. de E.: Esa pretensión se denuncia en este gesto diferente. Finalmente el hacer filosófico se compone en parte de gestos, que emergen de posicionamientos e intenciones. Todo esto se pretende.
La Filosofía como ensayo
N. de E.: Como ensayo, ya no como objeto, aunque también como producto. Pero, resultado en composición, actividad, acontecimiento. Ensayar la filosofía. Hacerla en situación de composición de fuerzas en movimiento, operar en territorio imprevisto. No acabar de hacerla.

Ojos para armar la tradición
Allá por el 2007 escribimos en el editorial de Amartillazos 1 las siguientes líneas: «A la hora de escribir un texto que descanse sobre pretensiones filosóficas la academia parece exigir cierta forma de diálogo explícito con la tradición. Como si tuviésemos que ‘hacer el esfuerzo’ de establecer el diálogo. Como si no fuésemos ya ese diálogo, también». Si aquellas líneas vuelven a resonar hoy es porque nos volvemos a formular la pregunta por la tradición. Y hoy decimos que al referirnos a la tradición no señalamos solamente un cúmulo de autores, obras, teorías y conceptos que resultan oportuno citar o referir explícitamente, sino que indicamos la necesidad de dar un paso hacia atrás. Dicho de otro modo, preguntarnos por la tradición (y reconocer nuestra inscripción en ella) implica situarnos un poco antes de la emergencia de ciertas obras, teorías y conceptos tomando en consideración la manera de interrogar, de leer y de escribir aquellas obras, teorías y conceptos. Si la atención a ese cierto modo de hacer las cosas resulta necesaria es, precisamente, porque sobre esa manera de hacer tiene lugar la emergencia del pensamiento y su puesta por escrito. Entonces, preguntarnos por la tradición (que ya somos) implica, para nosotras, interrogar críticamente las prácticas de lectura, pensamiento y escritura que se constituyen a su sombra y que actualizamos cada día. Decimos: en nombre de la tradición se instituye el discurso filosófico que dota al pensamiento de una serie de rasgos específicos, se establecen una serie de reglas de enunciación, se delimitan instancias de socialización, se fijan límites de incumbencia, se definen términos, se legitiman o desligitiman argumentos, se pauta la pertinencia o impertinencia de las preguntas. En este sentido, ciertas ‘escenas’ del mundillo filosófico-académico resultan valiosas a la hora de reconocer cuáles son las determinaciones o rasgos específicos que dotan a un pensamiento o discurso de validez institucional. Pongamos por caso uno de los ámbitos paradigmáticos en los que dichos rasgos se entienden y se manifiestan con mayúscula: los simposios.



¿Qué es un simposio? Ni más ni menos que encuentros pautados en los que especialistas en un tema disertan sobre alguna cuestión en particular. Si nos interesamos por este tipo de instancias es, en buena medida, porque representan el escaparate en el que la producción filosófica legitimada se exhibe y, mordiéndose la cola, se legitima. Eventualmente, la supuesta oralidad del momento se traduce en cierto tipo de escritos -actas, papers, compilados, etc- que en ninguna de sus líneas son capaces de dar cuenta de encuentro alguno, acaso porque no se produzca ninguno. Pero también nos interesan los simposios por las características rituales que revisten: establecimiento de un problema a ser tratado, presencia de especialistas en un tema, fijación de un orden según el cual los oradores expondrán sus discursos, delimitación de un tiempo determinado de habla, etc. Podríamos decir que «Todas estas prácticas implican un comportamiento teatral,  es decir, determinado de antemano y circunscrito a la categoría de evento, en tanto se trata de un acontecimiento definido, separado con claridad de otros que lo preceden o continúan: tiene un principio y un fin, no sucede de manera continuada o asociada con otras formas de expresión cultural.»
Sorprenderemos al lector aclarando que la cita precedente no se refiere a nuestras formas actuales de practicar la filosofía sino que caracterizan los encuentros simpóticos que tenían lugar en la antigua Grecia. 2 Los simposios actuales encuentran su antecedente en una práctica extendida en la antigüedad que revestía un carácter ritual: un momento para comer, una determinada disposición de los comensales, un responsable de fijar las cantidades de vino a beber y las proporciones de la mezcla de vino y agua, un momento para las libaciones y otro momento para la conversación erudita. Dicha práctica ritualizada encuentra su principal exponente en el Sympósion platónico. A decir verdad, por la misma época Jenofonte también dio a luz su Sympósion, pero la posterior valoración del período clásico ha querido que el diálogo de Platón se estableciera como antecedente de lo que se ha dado en llamar ‘género simposíaco’. De manera que el tono solemne del convivio intelectual se proyectó posteriormente en las obras de, por ejemplo, Plutarco y Ateneo. No obstante, con el tiempo, la literatura simpótica se fue desacartonando para dar lugar, con Petronio y de Luciano de Samósata, a la sátira de aquella práctica ritualizada y grandilocuente.
De modo que el género simposíaco proporcionó los elementos sobre los que posteriormente se montaron escenas que transgredieron las formalidades del género mismo. El montaje de argumentos y personajes, la mezcla de temas y formas propició la emergencia de una crítica a una práctica extendida y legitimada en la época. Del mismo modo, hoy en día es posible efectuar una crítica a una práctica desde la interioridad de esa misma práctica.
Por lo tanto, nos asumimos insertas en la tradición y en la maquinaria de (des) legitimación de la filosofía. Nos asumimos insertas en los diversos modos de concebir la filosofía y en sus diversos modos de practicarla. Pero no por eso, nos vemos obligadas a reproducir los mismos esquemas una y otra vez. No nos vemos en la necesidad de acatar ciegamente los modos legitimados de la filosofía. Y es que «somos la tradición, es decir, la tradición nos está haciendo ahora, mientras la hacemos».3
Por esta razón, sin pretensiones de creación ex nihilo, desde este lugar ofrecemos al lector el intento (quizás hasta fallido) de ensayar filosofía. El ensayo filosófico refiere a un modo de escritura expuesta a una constante experimentación con sus puntos de detención y sus instantes de fluidez. Refiere también a una técnica conocida a partir de la cual se procede a la combinación, mezcla y solapamiento de distintos elementos para la configuración de un nuevo ordenamiento.




[Acto I]
Un salón de fiestas grande y decorado. Mesas con manteles y sillas vestidas con el mismo color. Centros de mesa elegantes y suntuosos. Un señor con galera y micrófono se acerca al escenario.
Presentador: Bienvenidos a la cocina del sentido. Con ustedes hoy cenan las mayores eminencias en lo que respecta al pensamiento político-filosófico, los más grandes críticos, docentes e investigadores. Nosotras y ustedes. Sean todos bienvenidos.
Por detrás del presentador se asoman cuatro figuras. Resulta imposible distinguir los rasgos, pero aseguran estar a cargo de la edición del texto. La escena se congela por un segundo para escucharse la voz en off de La Edición.
La Edición: La cena… una excusa para alivianar viejas tensiones entre escritores y lectores, entre autores y autores, entre nosotras y ellos, entre nosotras y ustedes. ¿Quiénes son ustedes?
Unos 15 espectros conforman la mesa principal. Unos doscientos muertos más recientes están dispuestos en una mesa subalterna de cara a la mesa principal. Se trata de espectros recién llegados que miran absortos y con una inconfesable envidia hacia aquella mesa. Entre ambos grupos se ubica La Edición y también un pequeño número de lectores, es decir, ustedes. Los comensales comienzan, pues, a... Momento, la voz en off procederá a intervenir, incluso, a esta misma voz en off.
La Edición: Todo esto tiene un desarrollo jugoso. Usted podrá comprobarlo más adelante a menos, claro, que decidan cerrar la revista e irse a descansar en paz.
Bien,... esta voz en off decía que los comensales comienzan a cenar y se sirven manjares variados —salsas, pasteles y condimentos—, todo en abundancia. De repente se escucha una voz grave y profunda.

Voz del oráculo: Será dicho aquí lo que nunca ha sido dicho4.
La escena vuelve a congelarse y La Edición vuelve a irrumpir. Sólo una vos que dice:
La Edición: El simposio empezó con la voz del oráculo de Delfos. Nosotros oímos e interpretamos. Lo que se dice que dijo el oráculo, o más bien quiso decir (porque el oráculo siempre quiere decir mucho pero, por alguna razón, dice poco; tal vez por esa misma razón, es decir, diciendo poco es que dice mucho porque siempre hay alguien que interpreta), es que la filosofía descubre, revela, enuncia, construye y, por qué no, destruye verdades que, aunque se crean ahí siempre, en algún momento son dichas aquí por primera vez. En este mundo de conversación filosófica se dicen cosas, sino con verdad, al menos con pretensión de novedad.
Tras la irrupción de La Edición, un comensal que se manifiesta espectral toma un canapé y se lo lleva a la boca. Su tono es desinteresado, pero parece estar contestándole a La Edición.
F 15: No hay nada nuevo bajo el sol6.
Vuelven a irrumpir La Edición. De ahora en mas, y dado que parece que irrumpirán reiteradas veces, las llamaremos con confianza E. De nuevo, la escena se congela y se asoman las figuras. En un juego de luz y sombra sus cabezas disponen se disponen en fila ascendente. Su voz es de tono entre triunfal y superado.
E: Esta respuesta es de un avispado que ya ha reflexionado acerca de lo complejo de hablar de un aquí que se autoinstituye como sitio de creación filosófica y que al decir “nunca ha sido dicho aquí”, es casi como hablar acerca de algo que aún no ha comenzado donde no se ha dicho nada. Por un lado eso es obvio e irrelevante ya que recién se comienza a hablar y, por otro lado, es absurdo dado que todos ya saben hablar y han ocupado numerosos “aquís” donde se han dicho verdades. Nos hace reflexionar acerca de la imposibilidad de trascender los límites de lo dado, lo pensado, lo dicho, en nuestra conversación filosófica. El extremo de esta posición es la inmovilidad y nos baja mucho la autoestima.
Se escucha una vocecita carrasposa y diminuta que recuerda una cita tranquilizadora…
F 2: Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río7
Vuelve a aparecer La Eidición. A diferencia de la irrupción anterior, la escena no se congela. El tono del discurso transmite una sensación de alivio.
E: Nos complace la creencia en que todo infierno terminó y que podemos encontrar nuevas soluciones porque tenemos nuevos problemas. En ese momento de revelación colectiva todas escuchamos en nuestras mentes (esto no es algo que podamos comprobar pero lo sospechamos): aquí se hablará de lo que alumbra la cara del sol que no solemos ver8.
Corte abrupto, escena congelada. Fondo negro, mano de guante blanco escribe con tiza amarilla.
p
q
q → –p
p . –p9


[Acto II]
Los comensales están comiendo y bebiendo en sus mesas. Nadie sabe muy bien el propósito de este simposio. Algunos ni se lo preguntan. De repente, se vuelve a escuchar la voz en off de La Edición. Ahora las figuras levitan en un movimiento pendular, de izquierda a derecha, de izquierda a derecha...
E: Y pensamos en la dinámica de movimiento de nuestro pensamiento ¿lo que alumbra o lo que es alumbrado? Fácil confundir esto con una metáfora iluminista. Pensamiento que arriesga sus pasos al no lugar, que intenciona el acontecer de un desfondamiento. Se trata de una expresión de deseo porque el acontecer de un pensamiento que se desfonda y pone a la deriva sus coordenadas, no puede controlarse. Navegar entre lo uno y lo múltiple, entre el ser y el no-ser. Devenir. Pero no se habla aquí de dirigir la luz a lo oscurecido, de quitar el velo a lo oculto, de esclarecer la verdad. Abismo.
Los comensales escuchan y bostezan. Sin embargo, uno se levanta y casi gritando exclama:
F 4: ¡¿Dónde será hallada la verdad?! ¡¿En el sol que ilumina o en la superficie iluminada?! Esto se preguntan quienes no han comenzado la búsqueda. Para los demás la respuesta es obvia.10
En esto, F45 se inclina sobre F60 y le advierte:

F45: ¿Ves al viejo? —señala a F6, —.¡Cómo se atiborra de manjares! ¡Se ha llenado de salsa el vestido! ¡Y cuántas viandas alarga a su criado, que está en pie a su espalda, creyendo no ser visto, sin reparar en cuantos le rodean!
Indícaselo a F30, para que sea testigo.11

En eso se oye una discusión más acalorada. Los comensales se van poniendo cada vez mas rojos y la sangre les vuelve al cuerpo.
F 30: ¿A qué ha venido usted?
F 31: A comer ¿y usted?
F30: ¿Cómo que a comer? El banquete no es un fin sino un medio.
F31: ¿Un medio para qué?
F30: Un medio para filosofar claro, eso es lo que nos convoca aquí.
F31: Bueno para mí ese es un medio, acá pienso conocer algún pope que me dé de comer. Quiero decir, que financie mi investigación filosófica.
F30: (enrojecido de indignación) ¿Ah sí? ¿Y qué investiga usted?
F31: Para qué filosofa el ser humano.
F30: Usted es un imbécil, ya le he dicho que ese es un fin en sí mismo, nuestro fin aquí de hecho.
F31: De acuerdo, no se altere, y que no lo vea ingerir bocado, ¡un poco de coherencia hombre!
En el otro extremo del salón se escucha el siguiente comentario.
F 45: Sospecho que el señor Descartes no había probado el salmón ahumado cuando dudó de sus sentidos.
F 46: ¿Usted aún conserva su aparato digestivo?
La discusión se hace cada vez más difícil. De ser un simposio aburrido donde sólo se va a escuchar sin ningún tipo de intercambio, este banquete deviene humano, demasiado humano. La gente no para de discutir, gritar, intervenir y comerse la comida del plato ajeno.
De tantos filósofos allí presentes, ni por casualidad es posible dar con uno libre de culpa, sino que unos cometen acciones vergonzosas y otros hablan de modo más vergonzoso aún; ni siquiera se puede atribuir al vino lo ocurrido. Los sabios se vuelven insolentes, se ultrajan, comen sin moderación, gritan y llegan a las manos.12
En este clima es difícil poder discutir en orden. Pero ciertos comensales tienen ganas de poner a consideración su visión de la filosofía. Y en medio del desorden logran pronunciar:
F34: ¿Qué es una biografía, una película, una monografía, un ensayo filosófico sino un collage de de diferentes materiales, montados de forma tal de que quede construido algún objeto (una película, una biografía, un ensayo)?
Muchos comensales, los más espectrales, enfurecen. La opinión de F34 es minoritaria y no es tomada en serio.
F 4: El discurso filosófico debe poseer un grado de objetividad determinable, sobre todo si nos atenemos a una investigación. ¿Qué clase de pregunta coloca en un mismo nivel de análisis elementos tan heterogéneos? Vaya a plantearla a utilísima.
Aparece, después de mucho tiempo, la voz en off de La Edición. La escena dista de estar congelada sino que todo es un discurrir de platos, insultos, gritos. Las figuras aparecen encimadas y el tono del discurso parece intentar justificar un comentario inapropiado.
E: Bueno, son fantasmas, hace tiempo no ven televisión.
En eso, el admirable F15 se orina en medio del comedor. Los comensales están alborotados y enojados. Se escuchan murmullos de descontento por todo el salón.
F32: Nos faltaron el respeto. Esto no es nada serio!!
F21: Ya nunca podrán ser como nosotros
F34: Unos académicos hechos y bien muertos!!!!

[Acto IV]
Muchos comensales se retiran. Otros quedan en el salón. Los restos de comida manchan los manteles y las sillas. El salón ha dejado de ser un salón suntuoso para ser un sótano.Sin embargo, aun en ese clima, un espectro se atreve a seguir discutiendo.
F 69: Considerar el acto de creación filosófica como un montaje implicaría barrer con la intuición inmediata y las fugaces experiencias de la actualidad, siglos de historia del pensamiento humano.
F199: Eso es un mal planteo del problema. Montar algo no es un fiat lux o creación ex nihilo. Se monta en situación y cada situación tiene una inscripción histórica, pero no es como una pastalinda que produce fideos. No se puede predeterminar por la historia lo que una situación habilitará a montar, porque siempre hay fuerzas ocultas que pueden intervenir el montaje creativo.
F 66: Esa clase de consideraciones logramos superarlas con la Modernidad.
F199: La diferencia es que el abismo no detiene el gesto creativo. El acontecimiento produce, no es infértil. De qué modo produce es (queremos que sea) nuestro problema hoy.
La Edición irrumpe en el salón. Los comensales se sorprenden.
E: Los dioses nos hablan y nosotras decidimos qué hacer con ello. No negamos el trabajo del otro sino que lo problematizamos. No negamos la filosofía sino que la queremos desacartonar.
F74: Y qué ocurre con el qué. ¿Qué hacer con ella? Si usted sólo quiere jugar y le da toda la importancia al modo de jugar recomponiendo el sistema de juego, se me hace que no le importa a qué juega y qué efectos produce.
F199: Si importa. El juego debe producir y denunciar. Producir gestos creativos que denuncien un anquilosamiento y no permitan que el movimiento del pensamiento se detenga. Producir condensamientos provisorios en el caos y denunciar los vedos y velos que la opinión construye.
F74: ¿Ve? ¿Ve?
F199: ¿Qué veo?
F74: Lo que hace usted, ya ha colocado un deber, al fin y al cabo cayó en la misma trampa, no puede escapar al fundamento, la definición, la estructura, lo determinado, no puede! Jajaja!
F199: Deseo esfumarme, ya no me apetece conversar con usted.
Y así lo hicieron el resto de fantasmas que evidentemente ya estaban satisfechos de engullir. Se ven las bocas de las cuatro figuras que componen La Edición.
E: Al menos en este simposio circuló la palabra.

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